Objetivo del Homenaje: reafirmar nuestros valores

Por Fco. Javier Blanco Pardeiro (Seminario: 1959-1966)

 

Queridos amigos:

Nuestra estancia aquí en estos momentos solemnes estará dominada por el sentimiento, predominantemente. Hace tanto tiempo que no vemos a nuestros amigos, que un sentimiento de nostalgia se apodera de nosotros. No en vano hemos pasado –ése es mi caso- más tiempo entre estos muros que en casa de nuestros propios padres. Aquí la fe que nació de nuestros padres se ha fundamentado; nos han educado; nos han comprendido; corregido cristianamente y hemos dejado estos lugares por nuestro propio pie, en paz y en gracia… y cuando nos ha apetecido.

Gratitud a nuestros formadores

Por eso en estos momentos la primera palabra que nos sale del corazón es la de gracias. Dar gracias a Dios, dar gracias a los compañeros en esta etapa tan importante de la vida y, sobre todo, dar gracias a nuestros tutores, a nuestros profesores, a nuestros directores en las diversas facetas de responsabilidad que tenían sobre nuestra formación. Ser sacerdote es un gran don de Dios; es el mayor don a que puede aspirar un cristiano. Quiero que esta realidad quede bien clara entre nosotros: ser sacerdote y cuidar de que otras personas puedan ser sacerdotes, es el mejor de los trabajos para la Iglesia. Cada uno de nosotros –exseminaristas- nos las hemos arreglado para ir tirando en esta vida, formando una familia y viviendo más o menos dignamente; algunos de entre nosotros hasta pueden decir que han triunfado en la sociedad: ocupan cargos importantes, desarrollan cumplidamente sus capacidades intelectuales, y son aplaudidos por su entorno. Mi vista, no obstante, se dirige hacia nuestros formadores en el Seminario; lograr el triunfo de unos pocos superdotados es significativo, pero acaso más importante sea que la gran mayoría de los antiguos alumnos de este Seminario hayan alcanzado un nivel en la sociedad al menos conforme a su valía personal. Por ello quisiera remarcar la importancia que debemos reconocer a los sacerdotes que han ejercido su apostolado entre nosotros, con su ejemplo, su sabiduría y su paternidad espiritual.

Valores en que nos hemos entrenado

Quisiera también destacar que esta reunión no debe quedarse en una simple remembranza de tiempos ya idos: el presente nos reclama. Debemos reafirmar los valores en que todos nos hemos entrenado: la fe y sus consecuencias como cristianos. Vivir nuestra condición de cristianos hoy que hemos llegado al límite de la increencia en esta sociedad. Hasta lo natural se desfigura para convencernos de que no hay verdad ni mentira; bueno ni malo; moral ni inmoral.

Yo no he estudiado teología, de modo que no quiero dar lecciones de espiritualidad. Pero la praxis me convence de que hay cosas elementales para cualquier cristiano que son imprescindibles: la Misa y la oración personal. ¿Qué cosa hay más importante para un cristiano que la Santa Misa? Nada hay más importante, porque su valor es infinito. ¿Cómo se va a alojar en mi cuerpo el Espíritu de Dios si no lo pido mediante la oración?

Creo que los que aquí estamos venimos dispuestos a rememorar circunstancias pasadas y no dudo de que estos actos de homenaje puedan tener consecuencias personales cara a nuestro compromiso como cristianos. La sociedad lo necesita y es nuestro deber responder en cada ámbito concreto. Este sería, por descontado, el mejor homenaje al Seminario y a todo su profesorado.

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